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Bruce Berkowitz comienza a sudar. Apenas pasa de las 5 de la mañana de un jueves, y el hombre, que sin duda es el gestor de fondos mutualistas más grande del mundo, está caminando por su ruta matutina en las calles alineadas a la mansión de su vecindario cerrado en Coral Gables, Florida.

Junto a él camina su socio de inversión, su mano derecha y vecino de al lado, Charlie Fernandez, quien furiosamente revisa correo tras correo en su BlackBerry mientras los dos piensan en ideas para el portafolio de Fairholme, el fondo de 17,000 millones de dólares que Berkowitz comenzó hace 11 años. "Aquí sí puedes pensar", dice Berkowitz, explicando el atractivo de una hora diaria de caminata a paso veloz.

 

Mientras camina por la oscuridad en pantalones cortos, tenis deportivos y una sudadera negra de la Universidad de Miami, Berkowitz pasa de un tema a otro con su habitual dispersión. Él y Fernandez acaban de regresar de un viaje de búsqueda de datos de ocho días en China (es optimista, aunque desearía haber ido hace diez años). Asistieron a varias juntas, y Berkowitz dice que, en total, apenas lograron dormir 24 horas.

Después, comienza a hablar de las inversiones audaces que él y Fernandez han hecho, como maniobras estilo fondo de cobertura tanto con equidad como con deuda, con el prestamista subprime AmeriCredit y con el entonces dueño de centros comerciales en bancarrota General Growth Properties. Éstas dos decisiones ofrecieron al fondo ganancias de 2,000 millones de dólares.

Berkowitz, de 52 años de edad, comienza a hablar de la apuesta más grande y más pública de su vida: los 5,000 millones de dólares por el resurgimiento de Wall Street. Ahora Fairholme es el principal accionista de AIG, después del gobierno de Estados Unidos, con una posición de 1,500 millones de dólares en el gigante asegurador.

Berkowitz también ha hecho apuestas fuertes en Citigroup, Goldman Sachs, Morgan Stanley y Bank of America. "Vamos a hacer más con estos nombres que lo que hemos hecho con cualquier otra cosa", dice mientras comienza a salir el sol tras las palmeras.

Berkowitz puede no ser un nombre conocido para la mayoría de los inversionistas, pero debería serlo. En la última década, Fairholme ha producido rendimientos anualizados de 11.6% en un lapso en el que el S&P 500 apenas ha producido 0.7% anual en promedio.

Desde el lanzamiento del fondo en 1999, Berkowitz ha superado al mercado cada año, excepto el año en el que Fairholme estaba 24% arriba y el S&P estaba en 29%, en 2003. Fácilmente lo superará de nuevo en 2010. "El mejor gesto que se puede tener es prestar atención si él habla para recomendar una acción", dijo el multimillonario de fondos de cobertura, Leon Cooperman, que conoció a Berkowitz a principios de la década, cuando ambos invirtieron en acciones de telecomunicaciones.

Los sobresalientes rendimientos del fondo, junto con el hecho de que Berkowitz fuera coronado como el gestor de acciones de la década en Estados Unidos según la compañía de investigación de inversiones Morningstar, atrajo un nuevo flujo de dinero a Fairholme.

Los inversionistas han invertido más de 4,000 millones de dólares el último año. Además sumaron 330 millones de dólares más a su fondo Fairholme Focused Income Fund, que fue lanzado en enero. Planea abrir un tercer fondo que se concentre en oportunidades más pequeñas en 2011.

Berkowitz da la bienvenida al influjo de dinero. Su objetivo para Fairholme es llegar a 25,000 millones de dólares en activos. Por ahora, gran parte del nuevo efectivo sigue siendo eso, efectivo. En vez de ponerlo a trabajar en inversiones activas, Berkowitz tiene un alto 25% en el portafolio de Fairholme en efectivo o en deuda a corto plazo. Suele ser una enorme reserva de fondos líquidos, y Berkowitz lo quiere porque percibe un camino rocoso en el futuro económico de Estados Unidos.

Si un mercado a la baja espanta a sus inversionistas y retiran sus fondos, el dinero extra significará que no se verá obligado a vender las acciones en las que cree. Además, la acumulación de efectivo cumple con el plan de Berkowitz de hacer que Fairholme no sea sólo un fondo mutualista regular de acciones sino que se convierta en un vehículo versátil de inversión de activos en problemas.

Busca beneficiarse de la próxima ola de reestructuraciones corporativas que prevé. Cree que docenas de compañías sobre-apalancadas necesitarán arreglar sus balances en los próximos años, y quiere que Fairholme esté listo para entrar en forma de un prestamista como Warren Buffet, con términos muy favorables para los inversionistas. Como dice Berkowitz, "no hay muchas personas en el mundo que te puedan firmar un cheque de mil millones de dólares hoy en día".

La historia de Wall Street está llena de historias de gestores de dinero que se han vuelto superestrellas después de éxitos espectaculares, sólo para sufrir cuando los inversionistas se alejan con sus fondos. Bill Miller guió su Legg Mason Value Trust a un periodo de triunfos de 15 años sobre el S&P 500 antes de caer fuertemente a principios de 2007. Ken Heebner de CGM Focus Fund tenía buenos resultados en 2008, incluso ganándose una nota en la portada de esta publicación, pero desde entonces ha estado padeciendo. 

¿Podrá Berkowitz seguir superando las expectativas? ¿Un inversionista sólo, incluso uno con un enfoque singular y disciplina, podría manejar un portafolio del tamaño de Fairholme?

"Para cualquier gestor es un reto tomar ese tipo de influjo y volver a hacerlo", dice un inversionista. "Esperas que al comprar a un gestor, esté formado por un equipo variado. Tener a un hombre solo puede ser riesgoso", dice otro. Berkowitz conoce las preocupaciones de este tipo. "Por ahora estamos en una intersección interesante donde la gente no puede saber si vamos a explotar", dice.

Alejándose de Wall Street

Durante sus primeros seis años, Fairholme fue manejado desde una oficina en Short Hills, Nueva Jersey. En 2006, Berkowitz se llevó a la compañía a Miami. El clima cálido del sur de Florida influyó en la decisión, al igual que la ausencia de impuestos estatales sobre los ingresos. Pero la razón principal fue que quería dejar espacio entre él y Wall Street.

En Short Hills, su oficina se encontraba en un edificio con otras compañías de dinero, y sin importar a dónde fuera, corría el riesgo de toparse con inversionistas sabelotodos que dañaran su forma de pensar. "Tenía que irme", dice.

Sus oficinas en Miami ocupan un solo piso en una oficina insípida. Hay 20 empleados de tiempo completo que se encargan de crear relaciones con los inversionistas y de comerciar, pero no hay equipos de análisis de investigación. La mayor parte del tiempo tampoco hay un Berkowitz, pues casi siempre trabaja desde casa.

Compró su mansión de 1,350 metros cuadrados por 14 millones de dólares en 2008. Junto con su esposa Tracey la arreglaron y remodelaron en un estilo moderno. Su espaciosa oficina está hecha de pisos de madera oscura y sillas Barcelona. Sus enormes ventanas ofrecen una vista al Atlántico, y en su escritorio hay una sábana para su Poodle de 12 años de edad, Jazz.

Berkowitz es alto, y luce joven para su edad. A pesar de su obvia fortuna, no tiene un fetiche con los autos, a menos que tenga que salir en autopista, cuando toma su pequeño Mercedez-Benz Smart. A petición de su esposa ha estado buscando un pasatiempo. Intentó el golf pero lo dejó. Comenzó a bucear pero acepta que sólo lo hizo dos veces. Junto a su puerta hay dos guitarras, una Fender Stratocaster y una Rickenbacker antigua. No ha logrado aprender a tocarlas.

Su oficina está llena con unos 2,000 discos de vinilo que compró hace año y medio. No sabría decir cuál es su favorito, y casi nunca recuerda usar su sistema de sonido McIntosh de 80,000 dólares. "Me decepciono cuando no lo uso en un par de semanas. Es algo que intento usar al menos 20 minutos al día para relajarme". Pero lo que a él le interesa son las inversiones.

Se despierta temprano, se duerme temprano 

Berkowitz trabaja todos los días de la semana y antes de las 4 de la mañana ya está enviando correos. Después de caminar con Fernandez, Berkowitz hace ejercicio en su gimnasio del sótano con un entrenador personal y está en su escritorio a las 8:15.

Cuando cierra el mercado, se reúne con Charlie una hora, y después pasa un par de horas con su familia. Tiene tres hijos. El mayor está por graduarse de la preparatoria. Suele estar en la cama a las 9 de la noche, leyendo informes y otros documentos. Antes de dormir, escucha con sus audífonos las llamadas de informes de ganancias de varias compañías. Hace poco tiempo tuvo que escuchar diez veces cómo el nuevo presidente ejecutivo de Bank of America, Brian Moynihan, manejaba la reforma financiera. "Estoy impresionado", dice.

Aunque no emplea a un equipo de analistas de tiempo completo, suele contratar expertos que ponen a prueba sus ideas. Cuando investigaba acciones de defensa hace algunos años, contrató a un general y un almirante retirado para que lo asesoraran. Recientemente empleó a un cabildero de Washington para que le ayudara a registrar los cambios de las reformas financieras.

Cuando le preguntamos sobre las investigaciones de la Comisión de Mercados y Valores (SEC, por sus siglas en inglés) a "redes de expertos" en relación al tráfico de información, Berkowitz dijo que nunca ha empleado a ninguna de las compañías involucradas, y que los consultores que emplea no ofrecen información específica de las compañías.

La mayoría de los gestores de fondos mutualistas practican la diversificación. Compran 50 acciones o más y reparten el riesgo. Pero desde que comenzó a administrar dinero en los 80, Berkowitz ha manejado portafolios concentrados. Actualmente, el Fondo Fairholme sólo tiene 25 acciones, y el 28% del dinero se encuentra colocado en los cinco nombres principales. ¿Por qué? Repitiendo la respuesta de Charlie Munger, de Berkshire Hathaway, "¿por qué querrías poner dinero en tu mejor idea número 35?".

Saca un libro de su librero, The Science of Hitting, de Ted Williams. En la página 37 hay una gráfica que muestra las secciones de zonas de ataque donde Williams encontró sus promedios más altos. "Estamos operando en nuestro punto más fuerte", dice con una sonrisa. Y ese punto fuerte está en las acciones financieras.

Berkowitz siempre se ha especializado en entender a los bancos y a otras compañías financieras, y ha logrado registrar grandes rendimientos con ellos. A principios de los 90 compró acciones apaleadas de Wells Fargo, cuando los compradores en corto alegaban que los préstamos de los bienes raíces comerciales afectarían al banco, y vieron cómo la acción creció nueve veces en los próximos nueve años.

La apuesta de Berkowitz en los bancos se reduce al hecho de que está convencido de que lo peor ya pasó. Cree que esto se debe a que previno el desastre. En 2006, Berkowitz vendió su participación en los prestamistas hipotecarios Countrywide Financial y Freddie Mac, después de notar una proliferación de balances sobre-apalancados, préstamos agresivos y valores hipotecarios exóticos en el sector financiero.

"En todo el mundo, las instituciones financieras podrían asegurar cientos de miles de millones de dólares y están obligados a recaudar capital para sobrevivir, si pueden", escribió en una nota a los inversionistas en 2007. Después colocó gran parte del dinero del fondo de acciones de defensa como Boeing y Pfizer.

Cuando los mercados colapsaron subsecuentemente en 2008, Berkowitz lo vio como una oportunidad de una vez en la generación. El error que no quería cometer era entrar demasiado pronto. Al cultivar una paranoia sana creó el sello distintivo de su enfoque de inversión.

Su primera regla es no perder dinero, la segunda regla es seguir la primera regla. Pasó casi todos los días de 2008 y 2009 estudiando los bancos. Estudió testimonios del Congreso, de Wall Street, del Programa de Alivio para Activos en Problemas (TARP, por sus siglas en inglés), y sólo cuando vio que era imposible perder dinero, entró.

Los 450 millones de dólares de Fairholme en inversión en Citigroup en el cuarto trimestre de 2009 fueron su primera apuesta importante. Citi perdió casi 30,000 millones de dólares sólo en 2008, y sus acciones cayeron más de 90% durante la crisis crediticia. Pero para el otoño de 2009, Berkowitz ya veía que los préstamos buenos y conservadores comenzaban a remplazar a los malos en el negocio de préstamos de Citi. Incluso los activos tóxicos daban rendimientos de más de 5%. "¿Podrán superar los tiempos difíciles? Cómo lucirán en tiempos normales", se preguntaba. En lo que va de 2010, las acciones de Citi van 34% arriba, y Berkowitz cree que podrían duplicarse.

Su última inversión audaz fue la enorme posición en AIG, la participación sencilla más grande de su fondo. Se cree que AIG nunca pagará al gobierno el rescate de 180,000 millones de dólares que se le ofreció después de que su grupo de derivados de crédito con base en Londres publicara miles de millones de dólares en pérdidas por malas apuestas hipotecarias. Los inversionistas institucionales huyeron del asegurador, y el año pasado más de un analista de Wall Street se preguntó si la acción valía algo. A principios de 2010 iba 98% abajo de sus niveles previos a la crisis. 

Pero cuando Berkowitz diseccionó el negocio de AIG, incluyendo su propiedad central y sus sucursales de aseguradoras en Estados Unidos, y su unidad de seguros de vida en Asia, descubrió que los flujos de efectivo eran positivos, incluso mientras pérdidas de marcador a mercado en otras partes de la compañía seguían generando pérdidas multimillonarias. "Todos mis amigos inteligentes en el mundo de las aseguradoras creen que soy un idiota", dijo con respecto a su apuesta por AIG.

Tras reestructurar sus cobros, el gigante perdió 11,000 millones de dólares en 2009, pero su franquicia intacta hacía dinero, dice Berkowitz. Él apuesta a esos negocios centrales; después de hacer un boceto del valor de sus operaciones, algunas de las cuales serán vendidas para pagar al gobierno, Berkowitz predice que los contribuyentes estadounidenses recibirán de vuelta su dinero, aunque admite que falta mucho para eso.

Berkowitz comenzó a comprar bonos de AIG y acciones preferenciales así como capital común en febrero. Desde entonces, la acción ha aumentado más de 75%. "Lo bueno de AIG es que es muy compleja. Para un mortal con inteligencia promedio, toma mucho tiempo unir las piezas. Todo es descifrable, y necesitas no tener vida social y no muchas inversiones".

Una primera lección sobre las posibilidades

Berkowitz creció en Chelsea, Massachusetts, un suburbio terregoso de Boston. Su padre era taxista y también manejaba un negocio como corredor de apuestas, y su madre era ama de casa. Cuando Bruce tenía 14 años, su padre tuvo un infarto. Berkowitz abandonó la escuela durante dos meses para hacerse cargo de las operaciones de apuestas mientras su padre se recuperaba.

La creación de líneas de apuestas para carreras de caballos y juegos de béisbol le dio sus primeras lecciones sobre las oportunidades. "Aprendí sobre los sueños y esperanzas, y sobre la perversa psicología que hace que la gente tome decisiones tontas", dice. 

Berkowitz logró entrar a la Universidad de Massachusetts Amherst a pesar de sus mediocres calificaciones en la preparatoria. Una vez ahí, encontró su motivación: no terminar como un taxista, y descubrió su talento por las matemáticas. También conoció a Tracey, un año mayor que él, quien vivía en el mismo edificio. Se casaron la semana de su graduación.

Berkowitz y su esposa comenzaron a trabajar en el Instituto de Planeación Estratégica en Cambridge, Massachusetts, donde analizaban información de compañías de Fortune 500 para enterarse hacia dónde iba la rentabilidad. La pareja fue transferida a las oficinas de Manchester, Inglaterra, en 1981, pero Berkowitz se aburrió pronto.

En su tiempo libre comerciaba acciones en la oficina local de Merrill Lynch. Terminó uniéndose a la oficina de correduría de Merrill en Londres en 1983, donde pronto se convirtió en uno de los mejores vendedores en ingresos fijos, un mercado alcista.

Se suscribió a BusinessWeek y pasaba las tardes de los domingos llenando sobres con cartas de presentación a clientes potenciales. Los bancos estadounidenses ya estaban en Inglaterra y a la gente le interesaba. "Los clientes lo amaban", dice un ex socio, Pascal Besman. "Tenía una gran personalidad, era brillante y trabajaba muy duro".  

Berkowitz se volvió muy valioso. En 1987 tenía un grupo central de 200 clientes, y Lehman Brothers lo reclutó para comenzar con su nueva oficina de alto valor neto en Londres. Regresó a Estados Unidos con Lehman en 1989, y fue reclutado por Salomon Smith Barney en 1993, siempre conservando su grupo de clientes centrales.

Pero se cansó de trabajar en compañías grandes. Sus jefes lo criticaban por manejar portafolios muy concentrados, aunque los rendimientos solían superar al mercado. En 1994 sólo tenía dos acciones, Berkshire Hathaway y el fondo de Fiereman Fund Insurance Co.

En 1997 se fue con sus 200 clientes originales y con 400 millones de dólares en cuentas separadas y abrió su compañía. Reclutó a dos seleccionadores de acciones, al corredor estrella de Paine Webber, Larry Pitkowsky, y al inversionista de valor Kieth Trauner. Fairholme es el nombre de la calle en la que vivía en Londres, y fue lanzada en diciembre de 1999. 

Su mayor proyecto hasta ahora

En noviembre, Berkowitz recibió una llamada del gestor activista de fondos de cobertura Bill Ackman, de Pershing Square Capital en Nueva York. Ackman lo felicitó por la noticia: General Growth Properties, el segundo dueño de centros comerciales más grande del país, había salido oficialmente de la bancarrota después de un año y medio bajo la supervisión de la Corte.

Después de un minuto de llamada, Berkowitz pregunta a Fernandez cuánto dinero están haciendo los accionistas de Fairholme por su inversión en GGP. "1,400 millones de dólares", responde Fernandez. Un enorme rendimiento, y como dice Berkowitz, no habría sido posible sin Fernandez.

Fernandez, de 48 años de edad, se unió a  Fairholme en 2007, después de casarse con la prima de Berkowitz. De fuera podría parecer nepotismo, pero Berkowitz dice que había estado buscando a alguien como él por mucho tiempo. Aunque Fairholme registró ingresos anualizados de 20% en los primeros cinco años, en 2005, cuando el fondo tenía 1,500 millones de dólares en activos, Berkowitz pensó que necesitaba un cambio.

Quería alguien con la experiencia adecuada para crear oportunidades fuera de los valores públicos. Fernandez era un genio de reestructuraciones que había trabajado en compañías controladas por el multimillonario farmacéutico Phillip Frost. Después de la llegada de Fernandez, Pitkowsky y Trauner dejaron Fairholme. Berkowitz permitió que el fondo invirtiera en deuda por primera vez, y tomó riesgos más altos en compañías. Después, Berkowitz insistió en que Fernandez se mudara al lado para trabajar mejor.

Hasta ahora, su mayor proyecto ha sido General Growth Properties, y es un buen ejemplo del tipo de transacciones que busca Berkowitz. Después de la bancarrota de bienes raíces más grande de la historia en abril de 2009, Berkowitz y Fernandez comenzaron a leer los informes de la Corte.

Con ayuda de un abogado veterano de bancarrotas de Nueva York, determinaron que parte de la deuda podría ser pagada con los cheques de la renta que aún llegaban. Fernandez llamó a más de 100 tenedores de bonos de GGP e hizo apuestas por teléfono. Seis semanas después, había acumulado bonos con un valor de 1,800 millones de dólares.

Ackman, quien había comprado una gran posición en GGP y era dueño propietario de Brookfield Asset Management, invitó a Fairholme a unirse a ellos para recapitalizar las acciones de la compañía. Ackaman registró enormes rendimientos cuando la acción subió de 50 centavos a más de 15 dólares. "Es el inversionista más audaz con quien he trabajado".

¿Por qué no irse a los fondos de cobertura?

No todas las interacciones de Berkowitz con el mundo de los fondos de cobertura habían sido tan favorables. En octubre, él y el reconocido vendedor en corto, David Einhorn, se enfrentaron en los medios por St. Joe, un desarrollador de bienes raíces en Florida que ha sido criticado por bajar los precios de los terrenos. Berkowitz, con una participación de 30%, es el principal accionista de la compañía.

Después de que Einhorn diera una presentación negativa en una conferencia de inversionistas, bajando el precio, Berkowitz le agradeció por haber aumentado el perfil de su compañía. "Quiero enviarle una caja de chocolates", dijo a Reuters. Dijo que confía en que sacará algo de St. Joe eventualmente. 

Mientras Berkowitz se mueve cada vez más cerca de inversiones en peligro, nos preguntamos por qué no se convierte en gestor de fondos de cobertura y se lleva una ganancia del tamaño de un fondo de cobertura por sus servicios. Berkowitz dice que no tiene ganas de lidiar con inversionistas caprichosos de fondos de cobertura, pero sobre todo, no quiere verse a sí mismo como un tipo que hace dinero rápido.

Casi al terminar su caminata matutina, Berkowitz comienza a hablar de su aversión por perder dinero. No le interesa tomar riesgos, insiste. Sus inversiones contrarias pueden lucir peligrosos para otras personas, pero para él son las oportunidades más seguras que podría encontrar. Se detiene y mira la línea punteada al centro de la calle. "Aquí es donde podemos hacer que nuestros accionistas ganen mucho dinero". Para Berkowitz, lo extraordinario es lo que está en medio del camino.

Fuente: Por: Scott Cendrowski

Publicado por: TuDecides.com.mx
Edición: Adrián Soltero
Contacto: dir@tudecides.com.mx

Nota: Por lo general todos los artículos cuentan con fuente y autor del mismo. Si por alguna razón no se encuentra, lo hemos omitido por error o fue escrito por la redacción de TuDecides.com.mx.

 

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